15 agosto 2006

Primera Vez


Estaban ambos tendidos boca arriba sobre la cama, mirando el techo. Sentían la respiración del otro más rápida de lo normal. No se atrevían a mirarse, ni a hablarse. El silencio entre ambos se prolongaba, para ellos, una eternidad.
La habitación estaba oscura, sólo entraba un pequeño haz de luz por debajo de la puerta. El único sonido que se sentía era el del reloj de la mesita de noche y la respiración de la pareja, cada uno siguiendo su propio ritmo y pendiente del del otro.
Ninguno de los dos se atrevía a tomar la iniciativa. Tal vez por miedo a echar a perder el momento, a cometer algún error; tal vez simplemente por miedo. Hasta que por fin él se incorporó, se puso de lado y apoyándose sobre el codo la miró. Ella siguió mirando hacia arriba; su corazón se aceleró al darse cuenta de que él se había movido y que la miraba. "¿Qué pensará de mi?" pensó, sin atreverse a voltear la cabeza y mirarlo. "Eres hermosa" - dijo él. Ella giró el rostro y lo miró. "Te amo" le dijo. Él se acercó y la besó.
Ya había comenzado todo, ya no había vuelta atrás. Para eso estaban en ese cuarto, a oscuras, solos, juntos. Ella se convenció a si misma de que estaba haciendo lo correcto; él se convenció a si mismo de que no le haría daño. Ella todavía era una niña; él ya era un hombre.
Ella cerró los ojos y se dejó llevar. Se dejó arrastrar por sus caricias, por sus besos, por sus susurros, por sus miradas. Él me ama, se dijo. Yo la amo, pensaba él.
Pasó un tiempo, minutos para algunos, horas para ellos, pegados, sintiéndose transportar a otro mundo, con otro aire, con otros ruidos, con otras sensaciones. Solos. Juntos. Unidos. Hasta que el puso sus manos entre sus piernas, y para ella todo se derrumbó. Se asustó. Siguió intentando dejarse llevar por lo que sentía; tal vez ya no sentía nada pero se dejó llevar por lo que quería sentir. Él no se dio cuenta que ella ya no estaba en el mismo mundo que él.
Lágrimas amargas comenzaron a salir de sus ojos. El miedo se apoderó de ella. Trató de vencerlo pero le era imposible; ella era una niña haciendo cosas de grandes ¿o no? El miedo y las dudas comenzaron a amarrarla. De sus ojos salían lágrimas que ella trataba de oprimir pero no podía. Su cuerpo comenzó a temblar; no podía hablar. Estaba lejos de él, ya no estaba en su mismo mundo. Él ya no la miraba a los ojos; ya no le decía que la amaba, él ya no estaba con ella. Solos. Juntos. Separados.
Él volvió a mirarla a la cara. Volvió a mirar sus ojos, y se dio cuenta de las lágrimas que salían de ellos. La miró de frente. La abrazó, le dijo que la amaba. Ella le pidió perdón. Él le dijo, dejémoslo para otra vez. Ella dejó de llorar. Ya estaban de nuevo en el mismo mundo; el mundo de los dos.
Se abrazaron, y se quedaron dormidos uno frente a otro. Ya habrá otra primera vez.